¿Realmente estas convencido/a que comunicas bien?, ¿que lo haces de forma eficaz y valiosa?, ¿o quizás no te has parado nunca a pensarlo?
Y no me refiero solo a la comunicación con los demás, también incluyo el lenguaje empleado con uno mismo.
Empezando por el origen de todo, tú (y nadie más que tú), ¿cómo te hablas?, parece una perogrullada pero es fundamental para tu estado de ánimo. ¿Te machacas a ti mismo cuando algo te sale mal?, ¿te insultas a ti mismo?, ¿te gritas?, ¿o por el contrario te dices que debes aprender del error?.
Mucho cuidado con los pensamientos autodestructivos del tipo: «no valgo para nada», «soy un inútil», «que torpe soy», «nadie me quiere», etc, etc, etc. Ese tipo de autoflagelaciones empiezan con un monólogo interior casi imperceptible que acaba devorando nuestros pensamientos, dando por hecho y creyéndonos realmente todo lo que nos hemos dicho a nosotros mismos. La conclusión es que te has autoimpuesto unas barreras inexistentes y te has limitado tus capacidades. Tienes un problema que tu solo te has generado y necesitarás ayuda para salir de él.
Y con respecto a los demás, ¿piensas antes de hablar?, ¿o dejas que tu emoción elabore las frases?. Si estás en una reunión de trabajo o en una conversación «difícil» evita que la emoción lleve el volante. Si te dejas llevar por la emoción en estas situaciones atente a las consecuencias.
Según los estudios del psicólogo Albert Mehrabian en 1967, el oyente percibe la intención de lo expresado por el hablante con estos porcentajes aproximados: el 7% por las palabras usadas, el 38% por el tono de voz y el 55% por la expresión facial. Es decir que, en el caso del diálogo con otros, no son tan importantes las palabras usadas como si el tono de voz, y sobre todo la expresión facial.
No obstante para una comunicación eficaz cuida las palabras que utilizas, no es necesario hablar como si tuvieras prisa, puedes elegir mejor lo que dices. Lo sencillo es siempre mejor. No elabores frases rebuscadas llenas de tecnicismos que desconecten al oyente. En una reunión evita palabras con connotaciones negativas o agresivas. Modela el tono de voz para que no resulte ni demasiado soso ni demasiado agresivo.
Y muy importante, la expresión facial y los gestos. Si no estás tratando algo grave, procura sonreír al hablar, de forma automática se modelará tu tono de voz y tu expresión facial. Y por tanto tu interlocutor estará más dispuesto a recibir lo que quieres comunicar.
Es culpa de la evolución, no de técnicas avanzadas, los individuos que comunican bien resultan agradables al grupo y, por ello, son los que prosperan.
Tenlo en cuenta en tu próxima reunión.
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